Sed de Sangre

Sed de Sangre: I

Observé cómo su mano se entrelazaba con la mía en una danza que parecía no terminarse nunca. El ritmo de su corazón aumentaba con cada segundo que pasaba y no dejaba de moverse. Tal vez estuviese nervioso. Carraspeó con suavidad, dejando claro que esperaba una respuesta de mi parte. Sentí cómo se formaba el fantasma de una sonrisa en mis labios y correspondí a sus sentimientos, apretando dulcemente su mano. Comenzó a jadear y se me escapó una risita.

-¿Qué tiene tanta gracia? - preguntó aparentando estar enfadado. Sus cejas se juntaron hasta casi rozarse y sus penetrantes ojos azules se entrecerraron hasta convertirse en una línea.

Suavicé mi semblante y alcé mi fría y pálida mano, rozando su rostro levemente, con cuidado, a sabiendas el daño que le podía causar a Christopher si me dejaba llevar y no me controlaba.

-Mmm - logré murmurar.

Mi mente, casi siempre perfectamente ordenada, no encontraba una respuesta coherente. Una especie de mariposas me hacían cosquillas en el estómago y me impedía pensar con claridad.

Christopher tragó saliva y extendió su otro brazo, rodeándome la cintura con él. Cerró los ojos y suspiró.

Él sabía perfectamente lo mal que lo pasaba cuando estaba a su lado. Antes de dar este importante paso en nuestra relación, había averiguado lo que era. En esos momentos estaba aterrada por la que sería su reacción. Lo único que esperaba era que saliera huyendo, perdiéndolo para siempre. Pero siempre me sorprendía: en vez de acoger mi naturaleza con horror, la había acogido con total normalidad, como si le hubiese comentado que llevaba lentillas o que mi color de pelo era teñido. Por mucho que le intentara asustar con todo eso de la sed, no se amedrentaba en absoluto.

Puse los ojos en blanco mientras recordaba el momento en el que le expliqué cómo cazaba. Esperaba que eso fuese suficiente para que saliera corriendo, pero no hacía más que seguir preguntando, siempre curioso.

-Esto es peligroso para ti, Chris - le dije con seriedad, intentando ocultar la felicidad que me embargaba en ese momento.

Esta vez fue él el que puso los ojos en blanco

-Bah, chorradas - empleó un tono aburrido, como si ya estuviese cansado de tantas advertencias.

-Te lo digo muy en serio - dije mordazmente, estaba muy enfadada. ¿Es que no podía comprender mi angustia? ¿Y el peligro que corría cada segundo que pasaba a mi lado? Al parecer no.

Alcé la vista para poder mirarle ya que era más alto que yo. Su pelo castaño refulgió bajo los rayos de la luna y su piel bronceada contrastó con el refulgor que creaba a nuestro alrededor. Sus ojos me miraron, serios y luego me sujetó el rostro con ambas manos.

- Mírame Claire, te quiero y correré el riesgo, ¿te has enterado? Así que deja de ser tan pesada

Vale, contra eso no pude elaborar una protesta con buenos cimientos.

-Pero...- murmuré en un último intento de convencerle, aunque ya me olía la derrota.

-Pero nada - dijo mientras se inclinaba y rozaba mis labios con los suyos. Esta vez no fue el único que terminó jadeando.